jueves, 27 de enero de 2011

Reglas naturales y leyes

Entonces como ya hemos dicho, hay reglas en la vida social, o, que es lo mismo, la vida social tiene reglas.

Estamos hablando de las reglas naturales, las que mejor se llaman derechos naturales o ley natural, la ley que según la perspectiva de Santo Tomás de Aquino “es una etica deducida de la observación de las normas fundamentales de la naturaleza humana”, normas que el veía como expresión de la voluntad de Dios en la creación.
Reglas que son aquel conjunto de valores, de normas irremisibles y compulsivas que no depienden de la voluntad, tampoco de la decisión del legislador pues están adentro de nosotros, como fundamento de nuestra moralidad, es a decir de nuestra manera de vivir en armonía con el mundo y con los dem
ás; reglas que son antecedentes a cualquiera ley (legislación) humana y por lo tanto no permiten derogación por ninguno.

Y el hombre social, el hombre que entrava en la historia, advertía adentro de sí mismo este orden que el sentia ser de la misma naturaleza, igual a lo que encontraba afuera.  En esta manera el salía de su condicion de hombre-animal, de hombre depredador y cazador, que se ponía detrás de sus presas, siempre moviendose, y se volvío a hombre sedentario, se quedó en lugares donde la tierra era más rica y fértil y el clima más agradable, donde había agua y calor, vida, por el y por su campo.
El hombre se ligaba a la tierra y al cultivo: el hombre entraba en la comunidad.
El sol, la luz y su falta, la obscuridad, eran su referencia: se levantaba con el sol y su día era la luz; el atardecer era su descanso y regreso a la casa.
Por siglos, por millares de años, su vida fue articulada sobre estos ritmos, que se fueron así sus reglas de vida.


Tambien su comida seguía estas reglas.
Antes el hombre-animal comía cuando encontraba algo en su caza, y cuando lo encontraba tenia que aprovechar, no siempre tenía esta suerte: propio como las bestias todavía hoy. Pueden comer un día y estar sin comer por una semana. Igual con el descanso y el sueño.
Pero ahora la tierra, el campo, le daba cada día algo de comer, y en las temporadas algo de diferente. Su comida se hizo más rica, más variada y sin darse cuenta el hombre se dio sus reglas alimenticias, articuladas segun el reloj de la naturaleza.
Habia el tiempo de comer y el tiempo de ayunar; el tiempo de trabajar y el tiempo de descansar. Todo estaba en un orden que aunque no dictado estaba escrito en las reglas eternas del mundo.

Hoy, nosotros los hombres de la modernidad, hoy nos encontramos en una situación bastante diferente. No quiero decir que el tiempo pasado, el tiempo de la naturaleza por decir, fue el mejor tiempo, el paraiso en la tierra. Absolutamente no: nunca fue facil vivir, y en aquel tiempo mucho menos que ahora.
Es indudable que la civilisacion, el progreso cientifico, el crecimiento de la cultura en la humanidad nos llevó a un mundo mejor, donde la vida sale más agradable, más compensativa.
Pero, de otra parte, nos alejó de algunas cosas fundamentales por el hombre: la tierra, la naturaleza, y junto a estas nos alejó de las reglas inmutables del mundo. Y esto fue, por el hombre, como si fuera alienado, sin vínculos, sin referencias firmes y acertadas. La nueva cultura, la cultura de la modernidad con su filosofía, con sus estudios, ha removido el hombre de sus creencias más fuertes, más arraigadas. En la convicción de emanciparlo, lo ha erradicado: sustraendole su visión en la trascendencia, le ha sustraido en realidad el fundamento de su humanidad: el sentido del limite, de su lugar en el orden natural.

No me pongo a dar juicios de valor en lo que sucedió en la historia: la historia tiene sus reglas y los acontecimientos tienen sus razones. Pero estos son los hechos a los cuales nos enfrentamos y no podemos subestimarlos o olvidarlos.
Hemos creido de ser totalmente dueños de nosotros, que la tradición, la autoridad del passado, las reglas de conducta, todo lo que ha guiado el hombre no fueran más precisas o por lo menos no fueran asì importantes.
Es el pecado de presunción , la soberbia del hombre que se cree Dios, que siempre nos agarra cuando creemos, demasiado o sólo, en nosotros mismos.


1 comentario:

  1. Las primeras Leyes naturales, promulgadas en las que exista registro histórico, son la de las tablas romanas, en las que razonaban de forma general la civilidad entre los individuis. La Ley Natural o Normas de Dios como lo señala un Jurisconsulto, es la conexión entre lo humano y lo divino.

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