miércoles, 15 de agosto de 2012

¿Cuál crisis?





El sueño de la razón produce monstruos - Francisco Goya 1799





 En una entrada precedente expuse una idea de la crisis de la política manifestandose en las protesta callejeras y en la baja concurrencia a las votaciones.
Pero estas manifestaciones esconden algo más adentro, más profundo.

Intentaré analizar esta particular crisis, que se manifiesta en el mundo Occidental, en Europa y en EEUU, como arquetipo, prototipo de algo que puede derramar, y ya se sienten los rumores, también en LatinoAmerica, aunque esta última tenga sus propias particularidades.


En la posmodernidad, es decir a partir del fin de la segunda guerra mundial, que marca un parteaguas en la concepción político-social del mundo, encontramos, segun el filosofo espanol Óscar Elía Mañú, una después de la otra, una consiguiente a la otra, tres crisis historicas: intelectual una, política otra y económica la tercera:
“La intelectual, a finales de los años sesenta del pasado siglo, cuando sustituyó la racionalidad marxista por la vulgata progresista-postmoderna, la ecologista, feminista o islamofílica.
La política, con la caída del Muro de Berlín y el desmoronamiento del paraíso socialista, cuando mostró su incapacidad para construir una alternativa a la democracia liberal.
La económica en 2008, con la hipertrofia del Estado de Bienestar, y el fracaso de la socialdemocracia y el gasto público”.

En este enfoque me encuentro mucho con el pero ahora quería reflexionar sobre la más desconocida, la raíz de todas: la crisis intelectual y la conectada crisis moral.

Hay que acordarse, en particular, de las palabras de Juan Pablo II, y de Benedicto XVI siguendo su camino, que siempre nos han hablado del escepticismo intelectual y del consiguente relativismo moral.

Escepticismo intelectual que es la supuesta creencia que la razon no pueda conseguir la verdad, no sepa distinguir el mal del bien: que la verdad al final no existe en este mundo subjetivo.
Es decir, el problema europeo es, en primer lugar, intelectual: la renuncia a la búsqueda de la verdad como algo independiente de las preferencias y sentimientos personales y las preferencias y modas sociales.
Hemos perdido el rigor intelectual, el razonamiento lógico y también el uso correcto del lenguaje en el cual no es la razon, la logica, que nos guia sino el correcto políticamente. ¡Adonde hemos llegado!
Durante siglos, hemos concebido el lenguaje como puente hacia lo real: conocimiento racional y lenguaje son dos realidades indisolubles. La palabra tenía un sentido que era la conexion con el mundo exterior.
Pero hoy el lenguaje ya no tiene como referencia lo real, sino que es independiente de él. Cada palabra puede significar lo que cada cual desee oportuno según sus intereses. En consecuencia, los medios de comunicación, los discursos políticos ya no señalan la realidad, sino que la esconden premeditadamente; desligado de la búsqueda de la verdad, el lenguaje se convierte en mera propaganda.
Y, más allá, como decía Foucault “El lenguaje no es más una reproducción del pensamiento, sino aún configura y define el pensamiento».


No son sólo los valores los que están en crisis, sino el propio uso de la razón.
La argumentación racional según las leyes del pensamiento no sólo no es reconocida, sino que es abiertamente rechazada: la razón ha dejado lugar al emotivismo, al sentimentalismo, al buenismo: los argumentos sustituidos por los sentimientos. Europa ya no se mueve según lo que considera bueno o verdadero, según un comportamiento razonado o razonable. Se mueve según las emociones de cada momento.

La consecuencia es el relativismo moral: ¿para qué decir la verdad?, ¿para qué explicarla?, ¿para qué exigirla? ¿por qué ser honrado si resulta contraproducente? ¿por qué exigirlo? ¿para qué ser responsable cuando viene mal? ¿para qué exigirlo si no viene bien?

Es lo que encontramos en Dostoievski cuando en su onirica y tragica vision del mundo, adelantando y descubriendo los tiempos futuros, como es del verdadero arte, hace pronunciar a Ivan Karamazov “si Dios no existe, todo está permitido” y defiende que ante la ausencia de Dios, no existe la virtud, ni la moral. Era el 1879.

Este es el cáncer de nuestras sociedades. Su metástasis se ha extendido, y ahora vemos las consecuencias.
Nuestras sociedades son sociedades irresponsables. Los ciudadanos evitan hacerse cargo de sus decisiones hasta en el ámbito más personal, lo mismo que las empresas ni decir las instituciones públicas. Exigen que sean otros los que solucionen sus problemas, y evita pensar en éstos siempre que sea posible. Además rechaza su propio pasado, su tradición, sus principios éticos y e intelectuales. No hay sistema político o económico que aguante algo así, porque no hay sociedad sana que lo haga.

Y a este pensamiento, a esta falta de moralidad, a este desacoplamiento de la responsabilidad frentre a las acciones, bien se connecta la política alabadora del Estado como subrogado de la fe, pero sin creencias eticas.
Hemos rechazado la fe, hemos destruido a Dios, para aceptar el Estado, pero sin moralidad, sin responsabilidad.
“Una sociedad abandonada al relativismo y a la pereza intelectual y moral tenía que llegar a una crisis así. Prosperar trabajando duramente ha sido considerado una pérdida de tiempo. Cumplir la ley si es posible saltársela, también. El esfuerzo, la honradez, la integridad y la ética del trabajo se consideran algo conservador y arcaico. El cálculo riguroso y referido a valores y principios, una muestra de intolerancia. La preocupación por las consecuencias y los actos propios, una pérdida de tiempo”.

En esta manera se erosionan, me temo una vez para siempre, los principios, las tradiciones, las creencias que cada pueblo, cada familia, cada persona guardaba como lo más importante dentro de sí mismo.

De aquí los interrogativos y los problemas de la moralidad en la vita y en la vita política. Hay que acuerdarnos, por ejemplo, lo que escribió Antonio Gramsci, pensador marxista italiano, por el cual el problema no se ponía pues el marxismo habia disuelto la ética en la política: el partido – el moderno Príncipe (en el sentido de Nicolás Maquiavelo)- “tiene que tomar, en la conciencia de los hombre, el lugar de la divinidad o del imperativo categórico (vease Immanuel Kant)” y así “cada hecho viene concebido como util o dañino, como virtuoso o perverso, solo en cuanto tiene como referencia el mismo Principe y sirve para acrecentar su poder o para combatirlo”.


La inyección de millones de euros de unas instituciones huérfanas de liderazgo es en verdad la de toneladas de irresponsabilidad para sepultar un problema que no es de liquidez monetaria, sino de salud moral y cultural.


Tengo que agradecerle a Óscar Elía Mañú, filosofo y periodista español, que me hizo reflexionar sobre este asunto y que me abrió a nuevos y más profundos conceptos.









sábado, 11 de agosto de 2012

Los secretos de la cocina





¿Antes de todo es cierto que hay secretos en la cocina?
De verdad no es facil contestar a esta pregunta.

Sin embargo es cierto que el único verdadero secreto de la cocina es lo de buscar, utilizar productos de primera.
Esto quiere decir tener conocimiento de las materias primas que se utilizan: de la carne al pescado, de la verdura a la fruta, de los huevos, de la harina, de los condimentos, de las hierbas, de los sabores, y en una palabra de todo lo que va a construir un platillo.

Y no es facil: hay que tener estudio y experiencia para acrecentar la cultura de comida, gusto para distinguir y escoger, pasión para probar, probar y probar.

Empezando del último: la prueba, la degustación, es muy importante pues hay que degustar todo, de los ingredientes, al platillo mientras se prepara, al platillo perfecto. En esta manera las papilas gustativas serán entrenada al máximo y lograrán desarrollar el paladar.
También el vino es importante en este desarrollo. La combinación de los sabores entre el plato y el vino exalta aún más las calidades del platillo. Y, por supesto, segun la comida, el platillo, hay que elegir el vino adecuado, no solo por blanco y tinto; sino por el color típico, el aroma, el boca que transmite la sensación de fuerza, complejidad, cuerpo, persistencia, muy agradables al paladar.

La gastronomía no es solo comida, y la enología toma un rol fundamental.

Claro que en la cocina, al igual que en la mesa, hay que desterrar todos los tipos de refrescos: solo hay que tener agua y vino. En unos casos puede ser cerveza, pero no en la cocina italiana. Los sabores de levadura que tiene la cerveza y peor, el azucar (y los colorantes, los conservantes, los saborizantes quimicos, los antioxidantes sinteticos) de los refrescos son el enemigo numero 1 del gusto.

¡Que lastima que en México haya esta costumbre -importada, copiada de los EEUU, el país que, en la media, menos tiene gusto en la comida (y no solo)- de tomar refrescos a todas horas y sobre todo comiendo!
Sin embargo me parece que poco a poco el gusto por el vino, -tomarlo fresco y espumoso como aperitivo antes de la comida y denso y fuerte comiendo- vaya poniendose de moda: el camino será largo pero estoy convencido de que la cultura del gusto irá a ganar.

Pero antes de todo en la cocina hay que tener cuidado con los ingredientes. No hay solo que escoger los mejores, los mas frescos, los de temporada que tienen perfumes, sabores y calidades nutricionales todavía íntegros, sino tambien cocerlos en la manera adecuada y respectuosa para llegar al resultado final requerido.
Segun el platilo que queremos preparar, el mismo ingrediente viene tratado en diferente manera, la coccion al vapor, a la parrilla, en la olla, en el sarten; con agua, aceite, mantequilla; blanqueado, frito, salcochado, estofado...
La forma, la duración y la temperatura son importantes; como los condimentos y las especias que nunca deben esconder el primario y verdadero sabor del platillo.
En este último caso, sabores fuertes, demasiado sal, un exceso de picante van a anestesiar y trastornar las papilas de la lengua y del paladar que al final no logran sentir nada: solo la sal o el chile.


Sí, la Gastronomía como estudio de la relación entre cultura y alimento es algo bastante complejo y complicado.

Y con todo, ahora, en el mundo donde no se hace más cocina y todos comen el plato hecho de los foods más o menos fast, todos se dicen y se creen cocineros, chefs.
En Navidad, sobretodo, las librerías estan llenas de libros de recetas de todas partes del mundo donde lo mejor son las fotos y los colores de la portada: se compran, se regalan y luego se olvidan en un estante hasta la proxima.
En las tele de todas partes hay programas de cocina, pruebas de cocina, desafíos de cocineros, así que los chefs tienen notoriedad como los actores de telenovelas.

En todo esto, sin embargo, nunca he escuchado hablar de calidad, de temporada...; y tambien cuando leo recetas te dan ingredientes, cantidades, duración de cocida pero nunca encuentro la palabra magica “calidad”.

Y para mi esta no es cocina.
El resultado es un platillo que se come para vivir y no un platillo que se come para gustarlo y saborearlo.




jueves, 9 de agosto de 2012

Antipolítica



“Se supone que la política es la segunda profesión más vieja del mundo.
Estoy empezando a darme cuenta de que se parece mucho a la primera.”
Ronald Reagan

“Yo pienso que la política es la segunda profesión más antigua del mundo. Y pienso también que a veces se parece bastante a la primera. Por mucho que se disfrace de idealismo, de vocación de servicio, la política es fundamentalmente el arte de ganar el poder y mantenerlo. Y en esa tarea estorban tanto las ideas como los ideales. Y más estorban los escrúpulos.”
Caton (Fuentes Aguirre, Armando)


 

Uno de los primeros  estudiosos del pensamiento político fue el filósofo griego Aristóteles quien sostuvo el carácter esencialmente político del hombre, (zoon politicon, animal político le decía).
“La política no es eliminable de la vida del hombre” y a través de un sofisma logico nos dijo que, al igual que la argumentación de la inutilidad de la filosofía ya es filosofar, rehusando la política tenemos que hacer política.

 

Hay que decir que la política en su tiempo no era la política de hoy. En Atenas la concepción del individuo en la sociedad era la del ciudadano: pero solo los mejores (oi aristoi) tomaban parte de la vida política ciudadana, y eran ya ricos de lo suyo... .

 

La distinción, para mi simplemente teórica, entre la política como profesión y como vocación la expuso Max Weber en el siglo pasado y, en el siglo pasado, el grito “Politique d’abord” (política antes de todo, primero la política) del escritor reaccionario Charles Maurras, y luego credo de todos los politicos, llegaron a consagrar la política como iniciación, como mito, como ideologia.

 


Mucho se habla, en estos tiempos y sobretodo en el mundo occidental, sobre el rechazo de la política que se manifiesta en las protestas juveniles contra el exceso de poder, la opacidad de la política y los manejos de los hombres de gobierno.
Tea-party en todo el mundo; Occupy Wall Street, grillini (del nombre de Beppe Grillo ex cabaretero y ahora provocador) en Italia; los ¡Indignaos! de Stéphane Hessel que de la Francia se derraman en todos lados hasta Latinoamerica; y como hemos visto #Yosoy132 en Mexico.
Hay ideologias barata contra el capitalismo y viejos sofismas económicos en estos movimientos pero también mucha indignación, mucho resentimiento y, en la palabras de Hessel, “la indignación es la pólvora de toda explosión social...y cuando algo nos indigna, nos convertimos en militantes, nos sentimos comprometidos y entonces nuestra fuerza es irresistible”.

Lo que pasa es que esta indignación, mientras puede ser la correcta y inevitable reacción (aquí) al momento político-económico de muchos de los paises, está equivocada en sus objetivos.
El punto verdadero es que la política, así como aparece en este tiempo, no tiene más su necesidad: esta afuera de la vida real de un país, de un pueblo. Se construió como una casta que vive en un mundo, muy complacido y rico, que se aleja siempre más de nuestra vida.
Y todos los aparatos, todas las esterioridades: el concepto mismo de nación, las sacralidades de las instituciones, los rituales de los pabellones y de los hymnos –si tambien los de las Oliampadas- sirven para encubrir, amantar y maquillar algo que no existe más y quizá nunca existió.
Bien lo sé que lo que estoy escribiendo me alejará todavia más de los pocos seguidores que tengo: que llegarán bajas a mi mail y desconexiones a mis enlaces.
Pero son cosas en la que estoy convencido, que tengo que decirles aunque no les gusten.

El siglo XIX fue, en Europa pero también en LatinoAmerica, el siglo de las guerras para la unidad y del triunfo del principio por el cual cada pueblo tiene que ser gobernado por un Estado distinto: lo llamaron el “principio de autodeterminación de los pueblos”.
Aunque por pueblo no se entendió una comunidad de personas que libremente deciden de vivir juntos, sino una entidad falsificada, construida del exterior en la base de arbitrarios criterios de orden lingüístico, historico, étnico. Con reverencia a una cultura siempre más indiferente a las razones y los derechos del individuo, de los grupos, de las comunidades.
Y fue el siglo de la consagración de la política creando instituciones que se impusieron sobre todas las otras realidades espontáneas – familia, comunidades, asociaciones- absorbendo poco a poco todos los ámbitos de la vida civil: la economia, la cultura, la instrucción, la religión.  
No hay historico político de la modernidad del estado que no se reconozca en Nicolás Maquiavelo pues en su obra El Príncipe hay el preaviso del aspecto fundamental del estado moderno: la liberación- separación de la política de cualquier vínculo moral.
Dice Maquiavelo che “es necesario que el príncipe, que quiera mantenerse, aprenda a poder ser no bueno, y, segun la necesidad,  practique o menos esa forma de ser (no bueno)”
El comportamiento del gobernante, que debería estar sujeto a fijas normas eticas, viene así liberado y la política empieza a erguirse sobre la moral: solo por eso fue posible el triunfo de las institucione estatales que se van imponiendo por una continua expropiación de los derechos individuales.

Y regresando al asunto, tenemos que darnos cuenta que el rechazo de la política y de sus aparatos burocraticos, que se descubre también en la siempre más baja concurrencia a las votaciones, tiene razones más profundas de una simple  protesta juvenil, como vienen etiquetadas, para apocarle la valía, las manifestaciones que se pillan por el mundo.
Para no analizar hasta el fondo las origenes, las causas y las motivaciones.


jueves, 2 de agosto de 2012

Olimpiadas



Más que ganar el importante es participar
pues en la vida el esencial no es la conquista
sino la competición leal
Pierre de Frédy,
barón de Coubertin (1863 – 1937)



Fue Pierre de Coubertin el que volvió a llevar al lustre antiguo las Olimpiadas: un barón francés, aficionado al deporte.
El quiso que fuera en Grecia, en Atena, pues Olimpia era un pueblo demasiado peque
ño, el lungar en donde reiniciar la nueva tradición. El fue quien ideó el logotipo: los cinco círculos colorados significando el encuentro de los atletas de todo el mundo.

Así, el 6 de abril del 1896, rey Jorge I de Grecia abrió de manera oficial la primera edición de las Olimpiadas modernas delante de bien 5000 espectadores; las competiciones se cumplieron en un estadio construido igual a lo antiguo de Olimpia.
Participaron 13 paises por un total de alrededor de 300 atletas no profesionales, y sólo hombres. Competían en atletismo, gimnasia, lucha grecorromana, tenis, esgrima, halterofilia y pocos otros.


Han transcurrido más de cien años y todo ha cambiado.
El espíritu del  barón De Coubertin, el significado del encuentro de paises diferentes y lejanos a través de sus hombres (y mujeres, después de la primera vez) más representativos en el deporte (visto como una alegoría, una sublimación de la guerra), que quería reconectarse a la antigüedad cuando la Olimpiada era un signo de paz y de unión, se perdió en el curso de los años.

Olimpiadas se realizaron en Berlino en el 1936, cuando ya el Führer había promulgado las leyes raciales  y estaba planeando el exterminio de los judíos -Delano Roosevelt era presidente de los EE.UU., Stanley Baldwin Primer Ministro del Reino Unido, en Espana empezaba en los mismos dias la sangrienta guerra civil; en Moscú en el 1980 cuando estaba al poder Leonid Brežnev, el mismo que había  apagado en la sangre la primavera de Praga, el mismo que propio en año antes ejecutó la invasión del Afganistán.
También hicieron propuestas para la Olimpiada en Cina: pero no pasó.

Mientras tanto la Olimpiada se había cambiado en un negocio de proporciones colosales, en uno espectaculo amantado de pabellones e hymnos, que siempre impresionan el corazon de los simples, en una distribución mondial de cargos, de organismos y instituciones, de sedes principescas, y de dinero, de mucho dinero, de muchisimo dinero.
El deporte se degradó del sentido originario: el dinero subyugó a todo y a todos.  Cualquier tipo de juguete, dentro de poco también lo de canicas, tomará honra olímpica, mereciendose medallas, hymnos y palmadas. Y nuevas sedes, nuevas federaciones, nuevos secretarios y presidentes.

Al contrario de cuanto había dictado el barón de Coubertin, ganar llegó a ser  siempre más importante.  Así era en los paises totalitarios -Rusia, Cuba, China-, donde la victoria es un pasaporte para una vida de mejor calidad.
Se hizo en todo el mundo.
De una sana y regular competición se llegó a una angustioso enfrentamiento  en el cual el fin legitima a cualquier medio.
Para ganar se hace de todo.

En estos dias, por la victoria increible e imposible, en la competencia de natación de los 400 metros mixtos, de la chaparrita Ye Shiwen con un tiempo más bajo, en los últimos 50, de lo de Lochte y Phelps, todos se ponen a reprochar, a acusar, a pedir justicia deportiva.
Las blancas vestales del deporte, come vivieran en el empíreo, dan la cara de indignados y sorprendidos.  Falsa sorpresa y falsa indignación: defienden delante de los ojos de los simples y de los miseros una pureza y un decoro que no hay más,  que tal vez nunca existió. Defienden sólo su posición, su dinero, que se volveriá comprometido si todo cayera en el desprestigio y luego en el rechazo y en la indiferencia.

Porqué, ¿como podemos asombrarnos si casi cada día descubrimos casos de doping en el deporte –pero también en la vida-, en cualquier deporte, en cualquier de nuestras vidas?
Y luego ¿ya hemos olvidado los precedentes inquietantes de la DDR (Republica Democratica Alemana) y del URSS (Unión de las Republicas Socialistas Sovieticas) a quienes por décadas fue admitido de engañar el mundo aunque la treta fuera bajo los ojos de todos? Muchas de las atletas han tenido su vida marcada por la tormenta hormonal a la cual habían sido sujetadas: unas se hicieron hombres, o quizas ya lo eran...
El sistema político chino es igual: vive de propaganda nacionalista; la excelencia deportiva viene planeada por el estado; los ninos sacados de la familia y integrados en los programas estatales para hacer de ellos un ejercito de atletas.
Y quizá, como en el maíz, harán programado modificaciones geneticas del organismo. ¿Sería más grave, de un punto de vista humano, de que el campeón surgiera como resultado de entrenamientos  extenuantes, más semejantes a la tortura y a la  explotación de los menores?

Estamos en el tiempo de la imagen, del aparecer, de la exterioridad. Los valores no cuentan nada, no cuentan para nadie.
El deporte,  nacido para enraizar en los jovenes los valores de la competencia y de la confrontación, para acostumbrarlos al esfuerzo y al compromiso,  ha perdido sobre la marcha su verdadera función.

El deporte se volvió a ser una actividad por mirones, sedentarios y onanistas, un espectáculo donde admiramos los resultados que otros enseñan a nuestra floja y aburrida vista. 
Estamos muy cerca de los límites de las distopias que muchas veces unas peliculas  han detallado.