viernes, 13 de julio de 2012

Drogas






Sí, la guerra contra las drogas está en un fracaso en México.

¿Pero que tenemos que hacer? ¿Buscar acuerdos con los narcos?
No lo pienso, mejor dicho estoy en total contraste; pero hay muchos –políticos e incluso personas respetables- que lo dicen. Que la corrupción es mejor que la matanza.

EPN, el ganador de la elección presidencial, ya prometió restablecer el orden y la seguridad reduciendo la violencia en las calles, y esto me parece normal en campaña electoral: va de por sí. 
Lo que menos me gusta es que, sin decirlo apertis verbis, parece dispuesto a buscar de alguna manera unas componendas con los responsables, los carteles de la droga. Señaló que buscará una nueva estrategia contra el crimen organizado; pero esas son palabras que no dicen nada: hay que ver en la practica lo que pasará.


No sé mucho de historia de México y no me gusta hablar de lo que no conozco bien, pero, en terminos generales, quiero decir que si estamos en este punto tan dramático no es solo un problema de carteles sino, más grave y odioso, es un problema de estado, de gobierno, de derecho.

Me parece evidente y incontestable que si la lucha a los narcos no logrò bloquear en cualquier manera la espiral de violencia y de terror esto fue por una subestimación de la fuerza de los traficantes pero aún más por una colusión entre estos y unos aparatos del estado, de la justicia, de la fuerza policial. 

En todo el mundo hay consumo (creciente) de droga y en casi todo el mundo está prohibida, pero de ningun lado hay matanzas como las que azotan a México: más de 50.000 muertos en menos de seis años.

En México hay muchos que le dan la culpa a los EE.UU. como el mercado más grande de la demanda de droga (tambien Obama, quizas por granjearse a los mejicanos, admitió “La demanda de drogas en Estados Unidos es lo que hace a estas mafias estar en el negocio.”): pero es una estupidez.
Hay también otras demandas en los EE.UU. -de cerveza mejicana, de vino francés, de pizza italiana- que pero nunca dieron lugar a mafias de la cerveza en México o del vino en Francia o de la pizza en Italia.

No es la demanda en sí, es la demanda de una sustancia prohibida que hace lucrativo el negocio. 

Y ¿cuando entenderemos que la ley prohibiendo no hace desaparecer la demanda de un producto, sino la traslada del mercado legal a los dominios de la delincuencia?  Tras décadas de guerra contra las drogas, cualquiera sigue pudiendo comprar la que más le guste. Las autoridades no han podido alejarla ni siquiera de las prisiones. En Italia, dicen, se la encuentra en los retretes de las Cortes.

Los políticos impusieron la prohibición del consumo de estupefacientes y crearon así las condiciones que hacen rentable el ejercicio de la violencia, mientras un mercado legal de la droga sería tan pacífico como el mercado de la cerveza, o el del vino, o el de la pizza.

Entonces más que la guerra contra las drogas es el enfoque prohibicionista de la guerra que ha fracasado.

Porqué si es cierto que el estado -aunque escrito con la e minuscula por no quedarle aquel sentido ético-místico que no le corresponde- no puede bajarse a ningun compromiso con los delincuentes (perjudicaría el restante atisbo de tutor de la ley), bien podría aceptar de liberalizar las drogas y dejarnos la libertad de elegir nuestro estilo de vida que aun incorrecto, equivocado, no daña a nadie que a nosotros.

La prohibición, que nunca tuvo resultados en otros lugares – la ley seca de los ’30-, tiene una clara base paternalista-autoritaria: si, en la opinión del poder público, algo viene considerado perjudicial para la salud o el bienestar, se la prohibe; si en cambio se la considera útil, se la hace obligatoria.
Y como este, en el fondo, es el enfoque de cualquier estado, aunque democrático, me parece sumamente difícil que puedan darse cuenta de sus errores.

Pero en la política, como en la vida, no hay “soluciones”, hay “trade-offs” – disyuntivas-; solo podemos comparar hipótesis que pueden ser las dos inevitablemente defectuosas.
Puede ser que la liberalización-legalización lleve en el principio a una alza en el consumo de drogas, aunque hay ejemplos –Holanda, Portugal- que demuestran el contrario, pero lo cierto es que haría control sobre el mercado de los estupefacientes igual que con el tabaco y el alcohol.


Sin embargo, la mayor ventaja es lo de ahuyentar en gran medida a los elementos criminales del negocio de las drogas, disminuyendo, sino eliminando del todo, la violencia, el crimen y la corrupción asociados con la prohibición.

Más libertad para el individuo, con el consecuente bagaje de responsabilidad, y mejores resultados y beneficios (seguridad, confianza, sosiego) en la comunidad.
Y lo que se ahorra en el parar la guerra se puede invertir en informacion y cultura para los jovenes.




1 comentario:

  1. Ayer 19 de octubre Sergio Sarmiento, bajo el titulo “La violencia”, publicó un articulo interesante sobre drogas y armas: Necesitamos legalizar las drogas y prohibir las armas.
    No me encontré totalmente de acuerdo con el y le contesté en esta manera:
    “De acuerdo con la legalización de las drogas.
    http://www.blogger.com/blogger.g?blogID=5089154504698902961#editor/target=post;postID=3043184999270358537
    Mucho menos con la prohibición de las armas y por el mismo motivo que es correcto legalizar las drogas: cada uno tiene que ser libre de hacer cualquier cosa, de tener un comportamiento, estilo de vida diferente, hasta cuando no perjudique a otro. Juntar las dos cosas y ponerlas en el mismo plano me parece contradictorio y incongruente..
    La justicia preventiva actuada por medio de la ley, que mucho le gusta a los socialistas partidarios de la intervencion estatal -quien tiene una arma podría utilizarla para matar a otra persona- es en realidad una forma de supresión de libertad.
    Tener una arma no quiere decir matar a otro.
    Como los accidentes automovilísticos son mucho mas que los de las armas ¿acaso deberiamos prohibir a la gente de manejar carros?
    Hay armas porque hay violencia y no violencia porque hay armas”.


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