viernes, 20 de julio de 2012

Adam Smith o de la ciencia económica






“No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero
que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés.
No invocamos sus sentimientos humanitarios, sino su egoísmo;
ni les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas”.
Una investigación sobre la naturaleza y causas de la Riqueza de las Naciones, 1776 (RN I.II.2)



Fue Adam Smith  quien echó, en el siglo XVIII, los cimientos de la ciencia económica como ahora la entendemos.
Filósofo moral, Smith fue una de las figuras destacadas de la Ilustración escocés junto a Francis Hutcheston, David Hume e Adam Ferguson. Estos pensadores buscaban echar luz sobre las leyes que guían a la conducta humana y sus consequencias en la vida social.
Pero nada a que ver con los Ilustrados de Francia: ¡aquellos en vez de investigarlas, las cabezas preferian cortarlas!


Antes la economía política estaba enfocada en el enriquecimiento del soberano y del estado -a nadie le interesaba la gente, el pueblo- y la riqueza venía computada por las reservas de oro y de plata. Una nación, un país era rico y poderoso por la cantidad de lingotes guardados en las cajas de caudales; no cierto por el bienestar que podía florecer entre sus ciudadanos.
Las importaciones eran dañinas, pues comportaban un escape de riqueza para pagarlas; en cambio exportar mercancía era fructuoso porque los metales preciosos regresaban en el estado: en ese concepto el intercambio favorecía solo el vendedor, no el comprador que se empobrecía.
Una nacion podía enriquecer solo empobrecendo a otra. El negocio era, como ahora se diría, a suma cero.
Se le decía, a este enfoque economico, mercantilismo.

Aún más era la guerra, la conquista de nuevos territorios, el sometimiento de los vencidos, la imposición de tributos a los pueblos derrotados, el saqueo, el robo, las incursiones en la tierras y en los mares que  acrecentaban la riqueza de las naciones.


La “Riquezas de las Naciones” (el titulo abreviado de su obra magna) puso un nuevo enfoque a la economia politica fundandola, quizás por la primera vez, en el enriquecimiento de los ciudadanos medido como resultado  del «producto anual de la tierra y del trabajo».
La obra no es un manual, un tratado sobre las reglas economicas, sino, como explica el titulo, una “investigacion sobre la naturaleza y las causas de la riqueza”.

Podriamos preguntarnos lo que empujó a Adam Smith que se interesara a la riqueza y al contrario no se haya preocupado por las causas de la pobreza de las naciones.
La respuesta es muy simple. La pobreza es como el frio, como la oscuridad; el frio no tiene causas, es el calor que las tiene. La oscuridad no tiene causas, es la luz que las tiene.
La pobreza no tiene causas, es la riqueza que tiene causas.
Oscuridad, frio no tienen esencia: otro no son que falta de luz, falta de calor.
La pobreza es el estado normal del hombre de cuando descubri
ó que tenía más necesidades que medios para satisfacerlas. De cuando se dió cuenta que los recursos son limitados para que todos los puedan alcanzar. Entonces si queremos intentar erradicar la pobreza tenemos que descubrir las origenes y las causas de la riqueza.
Por eso, específicamente por eso, el filósofo y moralista escocés Adam Smith habla, investiga las causas de la riqueza y no de la pobreza.
Esta profunda y aguda observacion, para mi fundamental aunque no valorada por muchos –los socialistas de todos los partidos (parafraseando  F. A. Hayek) siempre hablan de pobreza- me viene de la lectura de un economista italiano, Antonio Martino.
Por honradez y respecto tengo que mencionarlo.

Smith investigó, más allá de la realidad objetiva de la pobreza, su causa, es decir la  ausencia de la  creación de riqueza.
Es en la libertad del hombre, en la busqueda  de su interés personal, en su “egoísmo”, en la propensión a mejorar su propia condición – el estímulo incosciente y espontáneo de la naturaleza humana- que Adam Smith entiende los factores propulsores del proceso de desarrollo de la sociedad.

Y por lo demás ¿porque queremos ilusionarnos que no sea así?
¿Que necesitamos de hombres iluminados? ¿Que puedan existir estos hombres prefiriendo el bien comun al interés personal?
¿La historia todavía no nos ha enseñado bastante?
“Desventurada la tierra que hace falta de héroes”
¡escribió Bertolt Brecht!

El hecho extraordinario es que este sistema espontáneo lleva a la armonización de los intereses de la sociedad humana. Smith nos enseña que el individuo
“no entiende fomentar el interés público y no tiene ni idea de cuanto lo está fomentando. Manejando su industria de manera que su producto tenga el valor más grande posible, el hombre no se propone que su misma  utilidad, y está guiado en esto por una mano invisible para favorecer un fin que no formaba parte de sus propósitos”.
Y el corolario es que cada distorsión o discontinuidad de la coordinación espontanea está destinada a la esterilidad y al fracaso.

El fundamento de las obras de Smith es esto: las instituciones sociales no son el resultado de la voluntad de alguien, sino el fructo espontaneo y no conciente de la cooperación entre los individuos.
Según Smith, al fin, las instituciones sociales no son sólo el mercado, sino también la cultura de un pueblo o de una civilización, el lenguaje, el conjunto de las normas juridico-morales que rigen la convivencia civil y, entonces, todos aquellos fenomenos que, aunque son el efecto de la sabiduria del hombre, no son la consecuencia intentada de sus acciones. 
Y la “mano invisible” es la representacion simbolica de ese principio, la heterogénesis de los fines, concepto desarrolado siglos después por la escuela austriaca y sobretodo por F.A. Hayek por el cual es el "orden espontáneo" que nos lleva a “una asignación más eficiente de los recursos de la sociedad que cualquier diseño puede lograr”.
“Mano invisibile”, que no es la mano de Dios, como tal vez muchos podrían entender, sino una metafora de las fuerzas impersonales del orden espontáneo, que resulta de la interacion social che Adam Smith llama el “evidente y simple sistema de la libertad natural”.






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