sábado, 5 de mayo de 2012

La alegoría de la laguna





Había una laguna allá en el parque de la quinta donde estuve de vacaciones, gracias a la acogedora amabilidad de mis anfitriónes.
Y en la laguna vivían peces y tortugas en gran cantidad.

Un día, caminando por la tarde bajo los arboles frondosos para escapar al bochorno, me encontré atravesando el puentecito que une las dos orillas de este estanque.
Mirando abajo, hacia el agua, me asombré al ver unas tortugas que se apresuraban hacia el puentecito y, lo mas extraño, teniendo ostentosamente la cabecita afuera del agua, casi buscaran mirarme.
En un primer momento no le hice caso pero regresando a la casa y reflexionando en lo que los días anteriores había visto –niños que tiraban migajas de pan y varias semillas en el agua- me di cuenta en manera más clara de lo que pasaba y encontré la explicacion de lo que en el principio me había parecido inexplicable.
Las tortugas primeras y luego los peces acudían al puentecito por el acostumbre que habían tomado en la espera de comida que usualmente les venía otorgado y miraban por arriba, levantando el cuello y la cabeza fuera del agua, creyendome uno de sus proveedores.

Pero, aunque la intención sea buena – el camino hacia el infierno está empedrado de buenas intenciones – los resultados son desastrosos. Eliminando las dificultades de la supervivencia, se conservan a la vida elementos que la selección natural, con el específico objetivo de fortalecer la especie y las cualidades del individuo, habría eliminado. La lucha para la supervivencia selecciona los mejores elementos, los que tienen que transmitir geneticamente a las generaciones futuras las mejores cualidades.

Aplicar a la naturaleza los principios de la compasión y de la caridad, significa alterar las reglas de la misma; sin por otro lado conseguir modificarla permanentemente. A la minima variación de las condiciones exteriores, los elementos no adecuados a la natural dificultad de la vida y de la supervivencia son los primeros a ser eliminados.
Es decir cualquiera forma de intervencion en las reglas de la naturaleza no solo no llegan a ningun resultado, sino incluso consiguen resultados opuestos a los predichos.
En efecto en el estanque encuentrarán forma de supervivencia mucho más elementos de los permitidos por el habitat, la extensión, la disponibilidad y el clima del lugar...



Pero, más grave de todo, harán perdido para siempre, esos habitantes de la laguna, su naturaleza de animales libres y independientes, hábiles para conseguir comida y vivir armoniosamente en su comunidad acuática.
Cebandolos los hacemos dependientes de nuestras contribuciones: los estamos transformandos en mendigos. Le matamos su capacidad de sobrevivir por ellos mismos. Le quitamos también la necesidad del aprendizaje natural: la mamá, o la comunidad del estanque, no les ensenará más las tecnicas de sobrevivencia sino las de vivir de limosnas.
Y la amenaza es la creación de una dependencia permanente.


Y una símil entre la condición de los habitantes de aquel estanque y la de nosotros, hombres en la tierra bajo un estatalismo entrometido, agobiante y falsamente benefactor, tomò cuerpo en mi cabeza.
Nosotros, al igual que ellos, estamos preguntando todo al estado, pues nos han convencido que a todo tenemos derecho y el estado -que nos ha convencido en esto para convencernos de su necesidad- nos da migajas del mismo pan que nosotros hemos hecho con nuestro trabajo y que el nos ha robado.

Al igual que ellos, cuando dejamos de creer en el futuro, en el futuro hecho por nosotros, en nuestra capacidad de proveerlo, dejamos de ser hombres. Mendigando lo que el estado benefactor, el estado niñera, a traves de una consagrada tecnica de sometimiento es capaz y disponible a ofrecernos, hemos perdido nuestra esencia de hombres.
De individuos, de ciudadanos nos hemos hechos súbditos, nos hemos echos esclavos.

Al igual que ellos, bajo el cuidado del estado benefactor estamos como en la laguna, come en un parque zoológico.
Estamos bien cuidados. Estamos bien alimentados. Estamos también sometidos a atención médica.
Lo que nos falta es la libertad. No somos más hombres.








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