jueves, 9 de agosto de 2012

Antipolítica



“Se supone que la política es la segunda profesión más vieja del mundo.
Estoy empezando a darme cuenta de que se parece mucho a la primera.”
Ronald Reagan

“Yo pienso que la política es la segunda profesión más antigua del mundo. Y pienso también que a veces se parece bastante a la primera. Por mucho que se disfrace de idealismo, de vocación de servicio, la política es fundamentalmente el arte de ganar el poder y mantenerlo. Y en esa tarea estorban tanto las ideas como los ideales. Y más estorban los escrúpulos.”
Caton (Fuentes Aguirre, Armando)


 

Uno de los primeros  estudiosos del pensamiento político fue el filósofo griego Aristóteles quien sostuvo el carácter esencialmente político del hombre, (zoon politicon, animal político le decía).
“La política no es eliminable de la vida del hombre” y a través de un sofisma logico nos dijo que, al igual que la argumentación de la inutilidad de la filosofía ya es filosofar, rehusando la política tenemos que hacer política.

 

Hay que decir que la política en su tiempo no era la política de hoy. En Atenas la concepción del individuo en la sociedad era la del ciudadano: pero solo los mejores (oi aristoi) tomaban parte de la vida política ciudadana, y eran ya ricos de lo suyo... .

 

La distinción, para mi simplemente teórica, entre la política como profesión y como vocación la expuso Max Weber en el siglo pasado y, en el siglo pasado, el grito “Politique d’abord” (política antes de todo, primero la política) del escritor reaccionario Charles Maurras, y luego credo de todos los politicos, llegaron a consagrar la política como iniciación, como mito, como ideologia.

 


Mucho se habla, en estos tiempos y sobretodo en el mundo occidental, sobre el rechazo de la política que se manifiesta en las protestas juveniles contra el exceso de poder, la opacidad de la política y los manejos de los hombres de gobierno.
Tea-party en todo el mundo; Occupy Wall Street, grillini (del nombre de Beppe Grillo ex cabaretero y ahora provocador) en Italia; los ¡Indignaos! de Stéphane Hessel que de la Francia se derraman en todos lados hasta Latinoamerica; y como hemos visto #Yosoy132 en Mexico.
Hay ideologias barata contra el capitalismo y viejos sofismas económicos en estos movimientos pero también mucha indignación, mucho resentimiento y, en la palabras de Hessel, “la indignación es la pólvora de toda explosión social...y cuando algo nos indigna, nos convertimos en militantes, nos sentimos comprometidos y entonces nuestra fuerza es irresistible”.

Lo que pasa es que esta indignación, mientras puede ser la correcta y inevitable reacción (aquí) al momento político-económico de muchos de los paises, está equivocada en sus objetivos.
El punto verdadero es que la política, así como aparece en este tiempo, no tiene más su necesidad: esta afuera de la vida real de un país, de un pueblo. Se construió como una casta que vive en un mundo, muy complacido y rico, que se aleja siempre más de nuestra vida.
Y todos los aparatos, todas las esterioridades: el concepto mismo de nación, las sacralidades de las instituciones, los rituales de los pabellones y de los hymnos –si tambien los de las Oliampadas- sirven para encubrir, amantar y maquillar algo que no existe más y quizá nunca existió.
Bien lo sé que lo que estoy escribiendo me alejará todavia más de los pocos seguidores que tengo: que llegarán bajas a mi mail y desconexiones a mis enlaces.
Pero son cosas en la que estoy convencido, que tengo que decirles aunque no les gusten.

El siglo XIX fue, en Europa pero también en LatinoAmerica, el siglo de las guerras para la unidad y del triunfo del principio por el cual cada pueblo tiene que ser gobernado por un Estado distinto: lo llamaron el “principio de autodeterminación de los pueblos”.
Aunque por pueblo no se entendió una comunidad de personas que libremente deciden de vivir juntos, sino una entidad falsificada, construida del exterior en la base de arbitrarios criterios de orden lingüístico, historico, étnico. Con reverencia a una cultura siempre más indiferente a las razones y los derechos del individuo, de los grupos, de las comunidades.
Y fue el siglo de la consagración de la política creando instituciones que se impusieron sobre todas las otras realidades espontáneas – familia, comunidades, asociaciones- absorbendo poco a poco todos los ámbitos de la vida civil: la economia, la cultura, la instrucción, la religión.  
No hay historico político de la modernidad del estado que no se reconozca en Nicolás Maquiavelo pues en su obra El Príncipe hay el preaviso del aspecto fundamental del estado moderno: la liberación- separación de la política de cualquier vínculo moral.
Dice Maquiavelo che “es necesario que el príncipe, que quiera mantenerse, aprenda a poder ser no bueno, y, segun la necesidad,  practique o menos esa forma de ser (no bueno)”
El comportamiento del gobernante, que debería estar sujeto a fijas normas eticas, viene así liberado y la política empieza a erguirse sobre la moral: solo por eso fue posible el triunfo de las institucione estatales que se van imponiendo por una continua expropiación de los derechos individuales.

Y regresando al asunto, tenemos que darnos cuenta que el rechazo de la política y de sus aparatos burocraticos, que se descubre también en la siempre más baja concurrencia a las votaciones, tiene razones más profundas de una simple  protesta juvenil, como vienen etiquetadas, para apocarle la valía, las manifestaciones que se pillan por el mundo.
Para no analizar hasta el fondo las origenes, las causas y las motivaciones.


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