domingo, 11 de marzo de 2012

Lecturas y lectura



Consideraciones y reflexiones acerca de unos aspectos del tiempo presente.





Hace tiempo estaba leyendo, en el sitio de una querida amiga que todavía no conozco (en persona), una muy adecuada pregunta  que ella se ponía sobre la escasa atención a la lectura en los jovenes de hoy (pregunta más aún adecuada pues la susodicha señora sigue como operadora cultural en su país).

Más o menos en el mismo tiempo, tal vez porque  interesado en el asunto, me llegó a la vista un viejo artículo de un editorialista y académico (Guillermo Sheridan en el 2007) propio sobre la atención a la lectura en Mexico.
Su análisis era desalentadora y la conclusión no dejaba  espacio a dudas:
No, no [los mexicanos] queremos leer. Que no nos interesa. Que no. Que no queremos. Que no haya libros y ya. Punto. No. ¡Que no! Ene, o = NO.
A soporte de esta cortante conclusión citaba estadisticas sobre la lectura y la costumbre de los jovenes: espantosas!
“...hay 8.8 millones de mexicanos que han realizado estudios superiores o de posgrado, pero que el dieciocho por ciento de ellos (1.6 millones) nunca ha puesto pie en una librería. ... la mitad de los universitarios (cuatro millones) prácticamente no compra libros... en 53 años el número de librerías por millón de habitantes se ha reducido de 45 a 18 en la culta capital.”

A este punto pero me entró ganas de profundizar.
En Europa, en Italia como estaba  la situaci
ón?
Aun dandonos cuenta de los distintos ordenamientos escolásticos, de un diferente costumbre, de una cierta “tradición”, la situación no es luego muy diferente.
Un viejo hombre de cultura, Pietro Citati, escritor y ensaysta, culpaba este desamor en la patria de Dante, Boccaccio, Machiavelli, Manzoni… al echo que no hay más autores de nivel, que no hay más libros que merezca la pena leer. Mientras tanto
“sigue la desaparición de los clasicos. Los italianos nunca han leído Dickens y Balzac. Hoy en día, también Kafka, que en los ‘70-‘80 era amadísimo, va a alcanzar Tolstoj y Borges en el amplio pozo del olvido.”

Y en eso estoy de acuerdo: los poco libros que todavía se venden están más o menos al nivel de El libro vaquero o de La pierna de Carolina que parecen despoblar en Mexico.
Menos me convence echarle la culpa a los gobiernos que no hacen nada para “la cultura”, que faltan ayudas a la industria editorial, que los libros son caros y por eso no se compran cuando acaso debería ser la familia, la escuela (libre),  los maestros a la altura de sus misiones, los unicos que podrían animar a la lectura.

No! El problema  no está en la falta de  subsidios gubernamentales, no es un asunto de dinero (videojuegos, celulares ultimo modelo, Ipod, Ipad et similia se venden a millones).

El problema tiene que estar de otro lado.
Tal vez ni siquiera  es un problema. Es el mundo, la manera de vivirlo, que se muda.

Y entonces me pregunto:  estamos verdaderamente convencidos que la falta de (buenas) lecturas sea un handicap, una rémora, al desarrollo psíquico e intelectual  de los jovenes? Quiero decir: de veras es así importante leer?
O, en cambio, no somos nosotros, que nos ponemos estas preguntas, que traemos consecuencias negativas de los acontecimientos, que indudablemente son hoy en día, que pero estamos mirandolos con los ojos de ayer;  mirandolos con temor y  con timore e intolerancia al mundo futuro, al mundo de los chicos y de los jovenes de ahora; llevando adentro de nosotros como una tara, el marco, el sello de una forma de cultura atada al nuestro, ya passado, tiempo.
O sea, a la fin, la cultura es una sustancia – una maniera de ser -, o una forma – una lupa, un prisma - para interpretar, a traves de ella,  el mundo?
Y si cambia este ultimo, porque no podría cambiar también la forma, la manera di verlo, de interpretarlo?

Abiertamente, no sé contestar.
Estoy bastante crítico respecto a mi tiempo, respecto a mi generación y a la que la precedió, que tienen en sus hombros culpas y responsabilidades pesadisimas (totalitarismos, guerras, masacres y genocidios) que no se me ocurre decir que el amor a la Lectura (que hubo), el amor a la Música (que hubo), el amor a las Artes (que hubo) nos hayan conducido a hacernos mejores de los que ahora pretendemos juzgar solo porque no tienen más un libro en la mano.


El jerarca nazi Heinrich Himmler, considerado por los historicos el alma negra de aquel lamentable régimen, el verdugo mas despiadado y cínico, además de haber sido el loco planificador de los campos de exterminio, tenía en su casa una riquísima biblioteca y quería mucho a la música de Chopin.





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