Preguntar “¿Sin
estado, quien construirá las carreteras?”
es como preguntar “¿Sin esclavos, quien cosechará el algodón?” |
A la pregunta “¿Quien construirá las carreteras?” a menudo
soy propenso a contestar: “No lo sé”. Esto por lo general crea una sensación de
triunfo en el contricante, puesto que el reconocimiento de “no saber” confirma
en ellos la sospecha que el mercado sea inferior a la coerción estatal. Pero el
“no lo sé” no es una admisión de derrota, sino más bien, la admisión de no
poder preveer el proceso de mercado.
Caleb McMillan
Caleb McMillan
Me pregunto: ¿Cómo
puede ser que personas inteligentes y cultas puedan caerse en esta trampa del
estado indispensable y todopoderoso? ¿Que pasó que el estado, edificación
bastante moderna, haya construido -se haya enraizado en la mente y en la vivencia del hombre- esta imagen, que llamaré
mística, fideistica, absoluta y dogmatica, mitológica?
Tengo amigos pensando
que sin estado no tendríamos agua en las casas o desague y alumbrado en la
calles. A parte que aunque con el estado a veces no los tenemos, de veras no
entiendo como se pueda pensar que el estado sea el unico posible proveedor de
estos bienes cuando vivimos en una sociedad que nos proporciona cualquier cosa
desideramos, -a veces para crearnos nuevas necesidades, pero también nuevas
satisfacciones-, que nos offrece lo que nunca abríamos pensado querer.
Y estos que así
creen son los mismos que están
convencidos que en los gobiernos y en sus instituciones se anida incompetencia
si no corrupción, donde hay arbitrariedad y desperdicio de recursos, donde
aparecen enriquiecimientos personales y familiares dudosos…
Éste es el
punto crucial: aunque no tenemos confianza en el estado y en su mano operativa,
el gobierno y los politicos, sin embargo por oportunidad, por rutina, por debilidad,
por falta de profundización, no querendo sacar en consecuencia, seguimos acreditandolo,
creendolo indispensable y insustituible.
De otro lado
el mismo estado, el mismo gobierno con la retórica de las manifestaciones, de
las celebraciones de todos los aniversarios posibles -pabellones al viento,
himnos, tambores- fortalece la sensación, hasta hacerla convencimiento y dogma,
que afuera del contexto organizado por el, haya un cultivo de “hombres-lobos” -para
citar a Hobbes- que viven en manera egoísta y asocial, en una condicion de
conflictividad permanente.
Entonces es
correcto, es inevitable que el estado se ponga arreglando, dirigiendo y
supervisando cualquier cosa: todo se convierte en “bien comun” no porque sea
tal sino porque el estado se arroga el derecho-deber de hacerlo.
Y al final,
acostumbrados, domesticados, esclavizados, son los mismos ciudadanos reclamando
que sea el gobierno quien se haga responsable de solucionar caulquier
problema de su propia vida.
De la escuela para criar en la aceptacion del estado “ángel de la guarda”[1],
al trabajo regimentado por los sindicatos, al seguro social quitando a los
ciudadanos lo que les queda de su responsabilidad, a las intervenciones
publicas (gota de ayuda, despensas…) creando dependencia y subordinación en un
pueblo sometido que va perdiendo su iniciativa y su espiritu emprendedor.
Es la apoteosis del estado, el poder esclavizante que ha creado su
necesidad así perpetuando su vida.
A fuerza de
mirar la realidad con las lentes deformadas y deformantes de la mística estatista,
erróneamente somos llevados a creer que más allá del horizonte visual del
estado no haya nada.
Sólo el estado puede asegurarnos los bienes y servicios ya considerados
esenciales.
Sólo el estado y sus gobiernos pueden proveernos con eficacia de la
protección, de la seguridad, de la justicia.
Sólo del
estado a través de sus intervenciones nos puede garantizar la reducción de la
incertidumbre y del riesgo.
Lo que queda
en la sombra en esta glorificación del estado es “la otra cara de la luna”, la
cara oculta del estado moderno en cualquiera latitud se encuentre: el
incremento del peso político-burocrático, de los impuestos y de la reglamentación;
el asalto a la creacion de riqueza y valor económico, al beneficio del
intercambio de mercado; la proliferación de un fenómeno de colosal relevancia y
consecuencia: el parasitismo político.
Bienes
comunes. Para regresar al inicio, el agua en las casas, el alumbrado en las
calles, siempre son la mejor justificación y la coartada perfecta para los
gobiernos legitimando su elefantíasis y su parasitismo.
P.D.
Murray Rothbard, irónicamente, explicó una vez que si el gobierno fuera el
único fabricante de zapatos, la mayoría de la gente sería incapaz de imaginar
cómo podría producirlos el mercado. ¿Cómo podría el mercado producir todas las
tallas? ¿No sería un desperdicio fabricar estilos para cada gusto? ¿Qué hay de
los zapatos fraudulentos y los fabricantes de baja calidad? Y supuestamente los
zapatos son un bien demasiado importante como para soportar las vicisitudes de
la anarquía de mercado.
la argumentación a base de comparaciones es buena en la escuela primaria, pero no en el debate social , la comparaciíon de quien fabrica los zapatos es tan tramposa como la de quien consruye las carreteras las dos posicions se muerden la cola raul gonzalez avelar
ResponderBorrar"Debate social" a los socialistas-estatistas-populistas les encanta usar la palabra "social" que dice mucho y nada a la vez, lo que es "de todos" no es de nadie. Las "sociedades" no debaten, son las personas quienes lo hacen.
ResponderBorrar¿qué es lo "social" sino la excusa del tirano para imponer a muchos su propia voluntad en aras del "bien comun" (segun como él y sus acólitos lo entienden)? La "sociedad" no tiene valores, son las personas que ella la conforman quienes los tienen, no existe "responsabilidad social", tampoco "justicia social" ni "debates sociales" ni nada de esa bule progresista-estatista las personas son responsables individualmente de sus actos, la justicia se aplica a individuos no a colectividades. Justicia, responsabilidad y debate son conceptos personales, no colectivos, cuando se aplican a colectividades ellas se anulan a sí mismas con un efecto terrible: la acumulación del poder en la autoridad, ya no seran las personas responsables de sus actos sino el gobierno.
La excusa de lo "social" es tan arbitrario y tan absurdo como decir que un conjunto de personas cuyo nombre inicia con la letra "B" conforman una "ciudad".
Crisbio