Lo compré enseguida. Estaba pasando un período difícil de
adversidades económicas empresariales che se prolongaban desde hace un tiempo,
y no encontraba el momento y la gana de una lectura que no fuera una descuidada
lectura de los periodicos y unos vistazos a mis textos de management.
No había
leído su libro precedente que tuvo
un gran éxito, “El otro sendero”, pero esto
me intrigaba por el titulo, refiriendose al capital, lo que en aquel tiempo iba
buscando angustiosamente.
Así estaba escribiendo en el lejano año 2000, cuando
salió
el citado libro de Hernando de Soto, economista peruano.
Y ahora que arreglando mis libros en el recien
comprado librero de madera pintada negra lo encontré, me fijé una vez más en el
subtítulo “Porqué el capitalismo triunfa en Occidente y fracasa en el Resto del
Mundo”.
El libro, que ahora estoy releyendo, tuvo y tiene una
importancia fundamental porque apunta el motivo, el porqué, entre los paises
desarrollados y los del, así llamado, Tercer Mundo.
Aunque ahora, en un mundo a la deriva socialista, el
concepto de capital es malentendido y trastornado, sin embargo no podemos
desconocer o subvalorar la realidad de los acontecimientos que pasaron en la
Europa desde los años de la “revolución
industrial”. Fue el capitalismo, el sistema basado en la propriedad
privada y el libre comercio, que, por primera vez nel curso de toda la
historia, entregó al hombre las herramientas para el avance científico,
tecnológico, económico.
“El misterio del capital” reproduce claramente la causa
principal y determinante de las dificultades económicas y
sociales del Tercer Mundo: la falta de un sistema legal que sustente la
propiedad privada y brinde un marco de certeza y seguridad a los emprendedores.
La solución encontrada es la de crear un puente entre la economía extralegal,
sumergida, informal -el capital muerto-, y la del estado de derecho donde hay
el capital vivo. Es decir intentar de transformar el capital muerto en capital
vivo.
Pero ¿qué es el capital muerto, el capital vivo?
“Un paseo por las calles del Medio Oriente, de la ex Unión
Soviética o de América Latina le mostrará muchas cosas: casas que proporcionan
techo; parcelas de tierra en labranza, siembra o cosecha; compra y venta de
mercadería. En los países en vías de
desarrollo y en los que salen del comunismo los activos sirven sobre todo para
estos propósitos físicos inmediatos. En cambio en occidente, esos mismos
activos llevan además una vida paralela, como capital externo al mundo físico: pueden
ser usados para aumentar la producción, agenciándose los intereses de otras
partes como "garantía" para una hipoteca, por ejemplo, o asegurando
la obtención de otras formas de crédito, así como de servicios públicos”.
Esto fue lo que nos dijo Hernando de Soto empezando su obra en al año 2000: el comprobó y, con su equipo viajando por el mundo como asesor, valoró todo este capital sin derecho, capital que
no podía dar beneficio, en cifras enormes.
De Soto nos lleva de la mano y nos enseña, entre las favelas
brasileñas y las bidonvilles de las
megalópolis centroafricanas, como dondequiera hayan emprendedores hábiles, hombres
voluntariosos, ahorradores admirables y –¡nada menos!- patrimonios notables (hay
que mirar a la inmensa extensión de edificios realizados en las últimas décadas
en muchas ciudades del Tercer Mundo.
¿Porqué, entonces, esto, que es en todo caso riqueza, no
ocasiona desarrollo y crecimiento?
La razon tenemos que encontrarla en el hecho que, a falta
de una orden jurídica en condiciones de tutelar de manera efectiva la
propiedad, los capitales nunca pueden transformarse en liquidez: invertible,
negociable, utilizable por la diferentes empresas.
Antes de todo es un gap jurídico que los paises desarrolados tienen
que llenar: derecho y propiedad privada son entonces las simples recetas que
los liberales sugieren a los que quieren mucho el futuro de los paises más pobres.
Los cuales de todo tienen necesidad menos que de los financiaciones
“a llover” del Occidente, sea Banco Mundial o Fmi, que primero son manejo de
dinero y de poder de los politicos.
Es bastante viejo el aforismo diciendo que si quiere
ayudar a un pobre no hay que darle un pez sino enseñarle a pescar: ya que, hay
que decirlo, todos los peces que le han entregado en 40 años a
los paises pobres se lo han comidos gobiernos, dictadores, políticos y
burócratas, con los pobres mirando (y moriendose de hambre).
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