Pellizza da Volpedo - El camino de los trabajadores 1898 |
En estos tiempos se
va discutiendo en México una nueva ley sobre el trabajo que encuentra
oposiciones a nivel político y sindical.
Como es normal.
Hay aspectos positivos en la propuesta de reforma laboral (como aceptar la
contratación por horas, reducir el tiempo de los juicios laborales que sólo
enriquece a leguleyos) pero no se enfrentan los verdaderos nudos: el poder y la
opacidad del sindicato (aunque siempre más hablamos de
transparencia) y el mito del salario mínimo que, aquí en México, nada menos está ratificado por la Constitución en el articulo 123.
De los sindicatos, que son el verdadero problema, un estorbo para el pais,
ya habló en su manera Denise Dresser (Alba Esther, tiempo de irte) y unos pocos
periodistas valientes frente al silencio de los medios más importantes -reseñando el evento como si fuera un partido
de fútbol-, cuando los dinosaurios sindicales de SNTE y de STPRM
fueron por la enésima vez reelegidos eternizandose: la profesora desde 1989 y
el senador a partir de 1997.
Y esto es bastante raro, por no decir increible, escuchando lo que nos dice
Luis Pazos, uno de los pocos,:
“En México el poder de los grandes sindicatos no deriva del número de
miembros, sino de los cuantiosos recursos que reciben del gobierno y que
manejan sin ninguna transparencia ni rendición de cuentas. De una población
económicamente activa de 49 millones, más del 90%, trabajan sin sindicatos, y
menos del 10% son sindicalizados. Y de este 10% menos de la mitad son
controlados por grandes sindicatos, cuyos líderes se enriquecen y compran
impunidad en el Congreso con el dinero que reciben del gobierno.
Esa minoría organizada de líderes tiene secuestrado al Congreso de México y han dictado la política laboral del país”.
Esa minoría organizada de líderes tiene secuestrado al Congreso de México y han dictado la política laboral del país”.
El hecho es que desde siempre el sindacato, nacido en Europa como “correa
de transmisión” del programa revolucionario marxista –dicho por Lenin- en linea
con la visión historicista-determinista de Marx que consideraba la historia
como resultado de la lucha de clases, fue visto como el defensor de la clase
oprimida contra los capitalista, clase opresora.
Pero esta fue una aberración pues sólo con la aparición del capitalismo se
realizaron en todo el mundo mejoras en el nivel de vida de los trabajadores a
pesar de los pronosticos de Marx que creía que las condiciones de los
trabajadores nunca habrían podido mejorarse. Era la falsa teoria de la “ley de
hierro de los salarios” – la ley que establecía que el salario del trabajador,
bajo el capitalismo, no podría exceder el monto que necesitaba como sustento de
su vida para servir a la empresa.
La historia se dio la tarea de restablecer la verdad.
Nada de todo esto en México. Olvidando revolución, lucha sindical y significativas propuestas para el progreso de los
trabajadores, lo que queda es un desdichado, miserable y humillante juego de repartición
de poder y sobretodo de dinero.
Vamos leyendo de fabulosos patrimonios apoderados por unos personajes sin
que nadie, o muy pocos, se indigne. Y sin que de la indignación surga la
reacción.
Hay un aire agotado de sometimiento y resignación…
Pero a los trabajadores, a los 50 millones de pobres de México, se le da
una garantía: el salario mínimo, como suprema expresión de justicia
y como intervención a beneficio de los que más necesitan,
de los que no tienen poder contractual en el mercado del trabajo.
Y aunque, según lo que dicen las estadísticas, en México sólo el 10% de la
Población Económicamente Activa gana el salario mínimo, este
mito, que fue pabellón y emblema en la defensa de los intereses de los
trabajadores, aún resiste como marco retórico.
En efecto, muchas personas todavía piensan que
sin los sindicatos los salarios serían por lo
general más bajos. (Y no solo el salario
sino también el nivel de vida que el capitalismo nos aportó y los sindicatos socialistas siguen llamando conquistas sociales de la
clase obrera).
Sin embargo, la ciencia económica y la evidencia empírica desde tiempo han
demonstrado que los salarios dependen de la productividad y no de la fuerza
relativa del monopolio sindical.
Y esto ya lo había visto el mismo Marx, cuando en
1864, hablando frente a al Asociacion Internacional de los Trabajadores, en
Inglaterra dijo que la creencia que los sindicatos pudieran mejorar las
condiciones de la poblacion trabajadora es “absolutamente un error”.
Lo que puede pasar es que el sindicato consiga un aumento temporal del
sueldo de unos grupos en detrimento de otros; o puede subir el conjunto de los
sueldos pero solo por un tiempo muy breve.
Pero si los sueldos no suben de manera paralela a la productividad, disminuirán las personas que vienen contratadas y hará una subida en la tasa de paro.
Cuando el sueldo sube a un nivel mayor del valor de lo producido por el
trabajador, lo que pasa es un reajuste espontaneo de los dos niveles que
ocurre, a la dada cantidad de capital, contratando menos personas.
“El
establecer niveles de salarios por arriba del nivel que tendrían en un mercado
libre y sin trabas resulta siempre en el desempleo de una parte
considerable de la potencial fuerza laboral”. Ludwig von Mises.
Entonces el mismo pasa con el salario mínimo. Si está puesto más bajo no sirve a nadie. Si esta
más alto, arriba del nivel de la productividad, crea
desempleo: las empresas, los negocios que no logran pagar el sueldo
establecido, despiden, cierran y el paro sube.
Y los primeros que vienen despedidos son los que tienen menos capacidad,
menos profesionalidad, menos estudios: al final la ley hecha para proteger los
menos acomodados, es la propia que los arruina.
A pesar de todo, el mito está muy arraigado en todo el mundo y nace de la
ignorancia de los principios economicos. Los salarios, al igual que los precios,
aunque sean de la canasta básica, jamás deben fijarse por decreto.
El resultado en los precios es la desaparición del producto y el mercado
negro; en los salarios el aumento del paro.
Pero hay otro elemento que considerar: el impuesto oculto de la inflación.
Si el monto del dinero aumenta, debido al mayor pago a los trabajadores,
pero la cantidad de bienes producidos no, debido a la productividad que no ha
subido, automaticamente tenemos una inflación que va a desminuir el valor real
del dinero, y por lo tanto de los sueldos recibidos.
En este caso una buena ayuda la dan los gobiernos endeudandose a corto o
largo plazo (acuerdense de los bonos mexicanos a cien años) y entre
otros, pues el dinero nunca es neutral, generando inflación que es un robo a
los trabajadores todos.
Es la "estafa" de Keynes que en su teoría permitía la subida de los salarios nominales, con esto grajeandose sindicatos e
izquierda, pero, con la expansión de la masa monetaria necesaria para financiar
los deficit de los gobiernos, granjeandose politicos y banqueros, regresaba al
valor de antes, y a veces más bajo, en los salarios reales.
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