Este es un
platillo de pasta con huevos rellena, típico de la Emilia-Romaña, que pero se
encuentra en diferentes variantes no sólo en cada región de Italia sino en cada
hogar.
La base es la
pasta fresca con huevos: harina blanca, huevos y una pizca de sal. Porque la
pasta salga bien, sea firme y luego cocida “al dente”, la harina debe ser “de
fuerza” es decir con un contenido de proteínas (el 80% es gluten) entre el 13 y
el 16%.
Aquí en Durango
no se encuentra y entonces para mis recetas fue a buscar la de trigo duro
cristalino, harina muy fuerte que da un resultado muy bueno en la pasta.
Después de
haber amasado los ingredientes hay que extender la masa en hojas delgadas y
cortarlas en la medida de más o menos de 10 por 15 cm.
Cuando
tenemos listo el relleno y la salsa “bechamel” hervimos las piezas de pasta con
agua y sal en una olla larga por pocos minutos y luego vamos a rellenarlas con
lo que ya tenemos de un lado.
Entonces la
salsa “bechamel”. Es una salsa blanca, inventada por el marqués de Nointel, Louis
de Bechamel, que primero en el siglo
XVII la propuso en sus recetas. El nombre le fue puesto más tarde por el mítico chef del rey Louis
XIV, Pierre de la Varenne, que la
insertó en su libro de cocina "Le
Cuisinier François" poniendole este nombre
para honrar su inventor.
Tengo que juntar que hay unos chef, muy autorizados, pensando en una origen italiana de la “bechamel”: sería la así dicha “salsa colla” (salsa pegamento) de la Tuscania que Catalina de Médici, más de un siglo antes, llevó a Francia cuando se casó con el futuro rey Enrique II.
Tengo que juntar que hay unos chef, muy autorizados, pensando en una origen italiana de la “bechamel”: sería la así dicha “salsa colla” (salsa pegamento) de la Tuscania que Catalina de Médici, más de un siglo antes, llevó a Francia cuando se casó con el futuro rey Enrique II.
Las dosis son alrededor de 50 gramos de mantequilla, la mejor y
no margarina u otra grasa vegetal hidrogenada, 50 de harina blanca (normal), 1
litro de leche entera, sal, pimienta blanca y una rallada de nuez moscada. Para
que no se hagan grumos hay que derretir la mantequilla, juntarle mezclando
afuera del fuego la harina con un cernidor, mezclar con una cuchara de madera
hasta cuando la masa no se ponga dorada y luego, poco a poco juntarle la leche
tibia con el fuego muy bajo. Hervir, siempre mezclando, por unos veinte
minutos. Arreglar de sal y sabores.
El relleno
puede ser de carne o de verdura porque en los canelones se le puede poner cualquier
cosa, según el gusto y la fantasía del chef: espinacas con requesón, calabacínas
con queso ahumado, verdura cocida con jamón serrano, pulpa de alcachofas y
champiñones…
La carne, yo
prefiero una mezcla de carne de res y de cerdo molida más un poco de
tocino, hay que soasarla en un sarten con aceite extravirgen de oliva: esta
operación
es muy importante, aunque desconocida, pues es lo que le da gusto y sabor -ver Ragú
a la boloñés (y el secreto que Maillard descubrió). Un kilo de carne molida tiene que ser soasada por media hora hasta
cuando empieze a secarse y dorarse. Ahora se le junta un vaso de vino blanco
seco y se tiene en el fuego hasta que se evapore.
A este punto
le junto un poco de salsa de tomate, pimienta, una rallada de nuez moscada,
acaso sal, otros diez minutos en el fuego y apago.
En la pieza
de pasta cocida ponemos bastante relleno, como un dedo grueso, y arrollamos.
En un molde,
mejor si teflónado que no se pegue, ponemos una capa de bechamel y arriba los
canelones. Arriba de estos una buena rallada de queso parmesano y otra capa
de bechamel.
En el horno
a 200° por quince minutos y comerlos después de diez.
Creo les
gustaran a todos.
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