miércoles, 31 de octubre de 2012

No hay más el pollo de antaño





Me gustaba mucho comer el pollo.
Como todos los niños de mi generación el pollo lo comía solo el domingo: era una comida de lujo.
Mirando por atras con los ojos de hoy, aquel pollo era verdaderamente un lujo pues era de corral, y no por una elección comercial o gastronómica sino porque en aquel tiempo solo habían pollos criados en el campo.
El pollo que se comía en la casa salía de la pollera del abuelo que estaba llena de gallinas y cada mañana nosotros los niños teníamos el huevo fresco, recíen hecho: también esto era un lujo del cual no me daba cuenta.
La mamá servía la mesa con el pollo asado con papas, le quitaba el muslo y lo entregaba al abuelo, el otro a mi papá; para mi muchas papas y una alita, luego podía hinchar los dientes en los huesitos buscando pedacitos de pulpa.
Me incantaba el pollo del domingo, la costra crujiente, el “bocado de rey”.

Luego los pollos empezaron a tener otro sabor, antes de pez y luego un sabor neutro: no había mas la pollera del abuelo y yo comía otros platillos.
Hoy en día, cada tanto, como pollo pero siempre me quedo decepcionado. Tal vez sea el recuerdo del aquel sabor: no hay más el pollo de antaño...
Stefano Bonilli 2012


Es un pasaje que encontré de un gourmet muy conocido en Italia. En cierto sentido tiene la misma visión de la cocina que yo: habla a menudo de lo que era el mundo antes, del campo, de la mesa en la casa de la mamá, de la tradición y del respeto.

De todo lo que desapareció. Y no solo el pollo.


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