jueves, 25 de octubre de 2012

Keynes todavía afecta


Keynes   santo de inmediato
“La orientación que habré de dar al crecimiento económico se enmarca en una política que impulse el libre mercado pero con sentido social, que realmente permita lograr desde el crecimiento económico (…) la inclusión de la sociedad dentro de esta generación de riqueza”
Dicho por Peña Nieto hace unos dias  en reunión con los integrantes del Consejo Coordinador Empresarial.

 

Regresamos, o mejor permanecemos, en la equivocada convicción económica que desde muchos años, de cuando en el 1936 John Maynard Keynes, luego Lord Keynes, la expuso en su “Teoría general del empleo, el interés y el dinero” nos afecta.
La convicción que los funcionarios públicos, al contrario que los empresarios con intereses propios, tendrán una “visión de futuro” y mostrarán una “inteligencia colectiva”.
Y el concepto del “capital social” de la economia afirmando que con estímulos a los gastos, aunque hechos en déficit presupuestario, se habría podido aumentar la inversión productiva, así incrementando el capital social y la ocupación.
Esta era la “Revolución Keynesiana” carente de conceptos reales pero rica de palabrabras cautivadoras: la macroeconomia, el gasto agregado, el efecto multiplicador, hasta decir que la expansión del crédito lleva a cabo “el milagro [...] de convertir una piedra en pan”.
Hume y Mill se revolvían en la tumba…

La solución de Keynes para el crecimiento y el desempleo era la inflación. Igual que para todos lo gobiernos que hemos tenido en el mundo después de el.

Hace tiempo, hasta la fin de la segunda guerra mundial, el déficit del estado solamente surgía en los tiempos de guerra; el superávit en los tiempos de paz y esto venía invertido para repagar las deudas. El endeudamiento a largo plazo era considerado tanto económicamente imprudente como inmoral: el coste era una carga sobre futuras generaciones que no tenían ni voz ni voto en el asunto.

El legado de Keynes ha sido el de romper con la antigua y tácitamente aceptada “constitución fiscal”, por la cual los políticos se comportaban con respecto al presupuesto público de una forma muy similar a como lo hacen las familias con su presupuesto.
“Lo que es sabiduría en la gestión de una privada familia, difícilmente puede resultar locura en el gobierno de un grande estado” ya había dicho Adam Smith.


Sobre este asunto es instructivo releer James M. Buchanan el gran economista de la Public Choice (Teoría de la Elección Pública) que también tuvo el mérito, en su obra “El cálculo del consentimiento” del 1962 (ya pasaron cinquenta años pero el mito del estado y de la política no fue afectado), de aclarar el comportamiento de los politicos en la gestion de la finanzas publicas conforme a su propia utilidad personal en el breve término: la reelección.
Quitándonos las ‘gafas rosadas’ -según sus propias palabras- con las que percibimos a la política, podremos verla como lo que realmente es”.

La obra a la cual me refiero es Democracy in deficit (Democracia en déficit: El legado político de Lord Keynes) en la cual Buchanan apunta la responsabilidad a John Maynard Keynes de haber aflojado las bridas a los políticos: animados del mensaje keynesiano y con el respaldo y la justificación intelectual de una alabada teoria “cientifica”, pudieron gastar a manos llenas sin ningúna necesidad de impuestos.

El hecho es que a los políticos les encanta el déficit porque gastar el dinero en beneficio de sus electores les hace ganar votos, pero subir los impuestos les resta votos: y los políticos son siempre buscadores de votos.

Pero la creciente evidencia histórica atinente a las consecuencias de sus ideas no puede más ser ignorada.
Buchanan nos demuestra como las politicas keynesianas de deficit spending, o gasto en déficit, del 1931 hasta el 1976 hayan llegado a los EEUU a una terrible estanflación (alto desempleo y alta inflación en el mismo tiempo), desmentiendo el asunto keynesiano.
Pero Keynes, ya muerto en el 1946, no pudo ver el resultado de sus teorias. Lastima que nos dejó un montón de keynesianos...

Las politicas irresponsables en aquella situacion fueron las mismas de las que hoy de varias partes (FED, BCE, FMI) vienen evocadas: no sirve cuadrar el balance y entonces más gastos en déficit, más emisión de moneda-papel.
Todo claramente ad maiorem gloriam de los politiqueros.

Keynes y sus politicas todavia imperan, en todo el mundo.

Pero los políticos, en fin de cuentas, no son monstruos egoístas que cumplen engañandonos. Al contrario, actúan respondiendo a los electores, y las culpas, antes que de ellos, son de nosotros los electores: la locura de ellos, los politicos, es nuestra locura, la de los electores.




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