Paul Cezanne - Los jugadores de cartas |
¿Como puedo traducir esta palabra, típica italiana, mejor véneta,
en el español de America?
Encontré “fónda”, “taberna”, no puede absolutamente ser “bar”
que es otra cosa, tal vez la mejor sea “cantina”. Pero, me pregunto, quizás la dificultad
consiste en el hecho que aquí en
Mexico, en Durango, nunca existió una
“osteria”, por lo meno como yo la entiendo, como yo la recuerdo, como yo
la viví.
Porqué, antes de todo, osteria
quiere decir vino, quiere decir cantina o sea sótano donde por la temperatura y
humedad casi constante en las temporadas se tenían toneles guardando y madurando
vino. Toneles y no, como ahora se acostumbra en la moda francesa, barricas. No,
propio toneles de cien hasta doscientos litros de vino que de veras en la osteria
no se quedaban por mucho tiempo. Y el secreto era, para guardar la calidad del
vino que no se oxidara tomando olores feos, de transvasar de un tonel al otro más
pequeño, y a otro aún más pequeño. Y luego sangrarlos para ponerlo, el vin,
en garrafas de barro y servirlo en la barra o en las mesas.
Había que trabajar, en la osteria !
Había que trabajar, en la osteria !
Sí, osteria es sinónimo
de vino.
Que podía ser, blanco o tinto, pero siempre vino de los alrededores, de la región, los franceses dirían del “terroir” (palabra que ahora está de uso común en todos idiomas). Se le decía al oste, al cantinero, alargando el vaso en la barra: “ponme merlot, ponme cabernet” o, si era en la mañana cuando mejor se toma el blanco, “tocai”, “soave”, o “prosecco” espumoso.
Que podía ser, blanco o tinto, pero siempre vino de los alrededores, de la región, los franceses dirían del “terroir” (palabra que ahora está de uso común en todos idiomas). Se le decía al oste, al cantinero, alargando el vaso en la barra: “ponme merlot, ponme cabernet” o, si era en la mañana cuando mejor se toma el blanco, “tocai”, “soave”, o “prosecco” espumoso.
Ah, las osterie!
Las encontrabas en la parte
mas antigua de la ciudad (en el tiempo vivía en Padua), en el barrio donde las
calles son estrechas y sinuosas, el piso pavimentado de gorrones, los pórticos, tipicos de las
ciudades medievales italianas, altos y abiertos.
De afuera no se lo entendía: habían
cortinas blancas que cerraban las vidrieras, adentro mesas pequeñas con sillas
empajadas, poca luz.
Y la barra, larga de lamina cincada o de marmol y atrás el cantinero y su mujer.
Y la barra, larga de lamina cincada o de marmol y atrás el cantinero y su mujer.
La “fauna” de las cantinas era muy particular. Siempre
estaban unos “asiduos”, borrachos de las primeras horas de la manana, que
mendigaban un vaso de tinto, pero también corredores que tenían por allá su despacho, u abogados de tercera que esperaban a improbables
clientes.
En las mesas se tenían partidas de cartas que muy a
menudo continuaban hasta la noche, cuando el cantinero cansado ya había bajado
el cierre metálico de las vitrinas.
Pero, sobretodo, estudiantes. De la universidad de Padua
adonde venían de toda Italia y
también del extranjero. La osteria
era el lugar de encuentro y cada grupo de amigos tenía su preferida. Y no solo jovenes sino también jovencitas.
Se hacían
encuentros simpaticos y espontáneos pues el vino nos desbloqueaba de la timidez
y del empacho juvenil: me acuerdo de algo muy tierno.
Los nombres daban indicaciones del lugar, del tipo de
vino que servían, de donde venía el cantinero, u otra particularidad:
“A los vinos veroneses”, “A los toscanos”, “En casa de la morena”, “La
pechugona”.
Bueno, no había
sólo vino en la barra.
Lo que se encontraba era algo muy sencillo. Antes habían justo huevos duros cortados y
anchoas, las enrolladas con la alcaparra en el medio ( el salado empuchaba a
tomar...); luego la cantina empezó a poner platos de queso, de salame casero,
de jamon serrano; si la mujer, la ostessa,
tenía gana, a veces cocinaba
salsichones, albondigas, repollo en salmuera.
Muchos, los estudiantes comían allá, era más genuino y barato. Y luego volvían a la partida de cartas, o a las
charlas, riendo, fumando, tomando hasta la noche.
Ahora, de todo esto no hay ni siquera el recuerdo. Se
perdió todo. No sólo los lugares sino, y más importante, lo que tenían adentro: una manera de vivir, un
género humano, una humanidad.
Desaparecida.
Y no hay WWF que pueda regresarla.
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